Por qué los jóvenes necesitan vivir más y temer menos

Imagen tomada de Pinterest


Mi camino hacia la adultez fue un tramo lleno de aprendizajes y dilemas. No por nada siempre me ha gustado apuntarme a todas las aventuras que se me presentaban, pero siempre haciendo un previo análisis para saber si esa decisión era arriesgada y no conllevaba consecuencias irreversibles. Es decir, creo que cuando uno es joven debe vivir todas las experiencias que se le presenten, pero siempre llevando en la conciencia la voz de mamá, porque si escuchas únicamente tu propia voz, probablemente metas la pata y termines apuntándote a alguna guerra ajena o invirtiendo en bitcoins.

Veo a muchos youtubers, pseudofilósofos y gurús del éxito que aconsejan a los más jóvenes sobre cómo deben vivir su vida: que no deben elegir malas decisiones, que desde temprana edad inviertan en su salud, hagan deporte y emprendan su propio negocio. No discrepo de estos consejos, pero se olvidan de decir que también hay que correr riesgos de vez en cuando, porque las aventuras ayudan a forjar carácter. La sabiduría suele surgir a partir de aprendizajes, y si no vives experiencias con cierto grado de riesgo, no podrás adquirirla.

Y sí, habrá ocasiones en las que derrochar dinero y tiempo “no haciendo nada” también te brindará sabiduría, porque al final aprenderás a valorar más el tiempo y los recursos cuando te des cuenta de que vivir así no te condujo a nada positivo. Por otro lado, muchos dirán que estoy errado al aconsejar que los jóvenes desperdicien tiempo y dinero en cosas negativas. Ojo: digo esto solo en el sentido de decisiones que no sean ilegales ni los conduzcan por caminos autodestructivos.

Por ejemplo: tomarse un año sabático después de estudiar por varios años, o incluso dos. En todo ese tiempo puedes dedicarte a tus hobbies, viajar a un país desconocido y conocer gente con una cosmovisión distinta.

Al final, la juventud es el terreno perfecto para equivocarse, aprender, explorar y moldear quién serás mañana. Vivir con prudencia está bien, pero vivir con miedo no. Porque las mejores versiones de nosotros mismos suelen nacer justo después de una buena aventura. Infundir el miedo al fracaso a un joven que aún no ha enfrentado ningún reto es inhibirlo de desarrollar la facultad más importante para la vida: la resiliencia.

Pareciera que hoy en día los jóvenes le tienen fobia a la resiliencia. Es como si evitar lo que incomoda a toda costa fuera lo más factible y seguro: enfrascarse en una burbuja blindada con nuevas corrientes, correcciones políticas y una sobreprotección que se transforma en frases como: “eres la víctima”, “si te duele, huye”, “es injusto para ti”.

Todo esto me hace recordar una frase de un pastor evangélico que predicó en una iglesia a la que asistí hace unos años. El tema de su prédica era: mantente incómodo. Yo era muy joven y esa frase me chirriaba en los oídos, sobre todo porque chocaba con mi mentalidad de entonces, que buscaba evitar todo lo que me produjera incomodidad. Pero con los años esa frase cobró sentido a través de las vivencias y la experiencia, y uno comprende que debe aprender a bailar bajo la lluvia, a ser feliz pese a la presión y a no evitar aquello que forja un carácter apto para las circunstancias.

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